UN CABALLERO EN MOSCÚ – UN PROTAGONISTA FANTÁSTICO, DIVERTIDO, IRÓNICO, SARCÁSTICO, EXAGERADO… BUENOS DIÁLOGOS Y HUMOR, LAS CLAVES DE LA NOVELA.
Amor Towels
Salamandra, 2018
512 páginas
El 21 de junio de 1922 a las seis y media, cuando Aleksandr Ilich Rostov salió escoltado por la puerta del Kremlin a la Plaza Roja, hacía un día fresco y esplendido. El conde echó los hombros hacía atrás, sin detener el paso, e inspiró hondo como quien sale del agua después de nadar. El cielo estaba de aquel azul, para el que se habían pintado las cúpulas de San Basilio. Sus rosas, verdes y dorados relucían como si el único propósito de la religión fuera alegrar a su Divinidad. Hasta las muchachas bolcheviques que conversaban delante de los escaparates de los Grandes Almacenes del Estado, parecían vestidas para celebrar los últimos días de la primavera.
Así comienza Un caballero en Moscú una historia sencilla y excepcional que ha alcanzado a más de dos millones de lectores y que pronto será llevada a la televisión.
Un conde ruso, Alexander Rostov, escribe un poema subversivo y es condenado a muerte. ¿Su delito? Ser un aristócrata en tiempos de revolución, algo que no perdonan los bolcheviques, por lo cual es casi seguro el veredicto de pena de muerte. Pero como los bolcheviques no quieren quedar de malos y sí demostrar lo buenas personas que son, le conmutan la pena por un arresto domiciliario de por vida. El problema es que el conde vive en el hotel Metropol, el más lujoso de Moscú, que sigue manteniendo su porte a pesar del cambio de régimen.
El personaje principal es un aristócrata, absolutamente maravilloso, que se pasará toda la vida encerrado en las paredes del hotel, viendo cómo pasan los años y cómo evoluciona la vida en una triste y depresiva Unión Soviética.
El autor va narrando una serie de situaciones que se dan dentro del hotel recurriendo al humor y la ironía aunque, obviamente, como novela que denuncia los excesos de la Unión Soviética, no todo puede tratarse de manera divertida, si no se quiere caer en la frivolidad.
Hay purgas, gente que desaparece, miembros del partido que ascienden a pesar de su escasa competencia y hasta vinos que pierden sus etiquetas. Eso sí, Rostov nunca pierde su condición de aristócrata, aunque tenga que abandonar la amplia suite en la que vivía y trasladarse a un espacio más pequeño, aunque tenga que ponerse a trabajar por primera vez en su vida y lo haga a las órdenes de un necio. Sus buenos modales y una envidiable imaginación le hacen superar cualquier adversidad con la que se encuentre en la vida. Eso le hará ganarse el respeto de empleados, responsables y clientes del hotel.
Destacan los diálogos, las relaciones entre los personajes, las descripciones de las estancias, restaurantes, peluquerías y floristerías del hotel, que se convierte en el universo del conde Rostov, un mundo que, lejos de agobiar, termina resultando fascinante. Y así el lector va conociendo la historia de su familia, por qué el noble Alexander decidió volver a Rusia cuando se había desatado la revolución y lo habían matado a todos sus parientes, sirvientes y hasta su médico, para que no hubiera posibilidad alguna de que los Romanov pudieran volver a gobernar Rusia por los próximos años.
Es una novela de prototipos.
A pesar de que el lector conoce al conde e intima mucho con él, ciertamente tiene cambios pero realmente no vemos un proceso de transformación en él; como se presenta en la primera página se nos presenta en la última. Las características, los defectos, los rasgos de la personalidad del conde se mantienen igual a lo largo del texto, esto le puede quitar un poco de profundidad psicológica y trascendencia a la novela. La novela no nos presenta un visión profunda sobre algún problema especifico de la humanidad como lo hacen Dostoievski, Tolstoi, Pushkin y al resto de los grandes autores del siglo XIX; más bien, nos dice que pasa cuando juntamos cierto tipo de personas y las ponemos en una determinada situación.
Una de las preguntas que surge de la lectura de Un caballero en Moscú es si el conde Alexander Rostov existió de verdad y si la historia está basada en algún caso real. Lo cierto es que el personaje no existió, es una ficción histórica, no obstante, la historia es muy creíble.
El autor de Un caballero en Moscú confesó en una de sus entrevistas que el argumento de la novela se le ocurrió unos años antes, cuando era representante comercial de una gran empresa. Estando en un hotel en Suiza, creyó ver a las mismas personas que había visto en el mismo establecimiento el año anterior. Y comenzó a inventar una historia sobre personas que viven en un hotel y se pasan la vida en él, mientras que los clientes van entrando y saliendo del mismo.
Amor Towles (Boston, 1964)
Graduado en la Universidad de Yale y completó estudios de posgrado en Literatura Inglesa en Stanford. Su primera novela, Normas de cortesía (Salamandra, 2012), en la que retrata la Nueva York de los años 30, es traducida a más de quince idiomas y bestseller de The New York Times, fue considerada por The Wall Street Journal como uno de los mejores libros de 2011. La acogida del público se multiplicó con la publicación de su segunda novela, Un caballero en Moscú, que escaló hasta el primer puesto en la lista de The New York Times y de la cual se han vendido millones de ejemplares hasta la fecha. Este éxito definitivo ha permitido a Towles abandonar el mundo de las finanzas y dedicarse a escribir a tiempo completo.
Siempre es buen momento para leer pero quizá ahora, precisamente ahora que abro esta nueva sección de reseñas literarias sea el mejor momento para ti. Anímate a leer Un caballero en Moscú y disfruta de un viaje inolvidable de la mano de un conde.
Si ya leíste el libro déjame un comentario.
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