EL LOBO CALUMNIADO
“Para saber hablar es preciso saber escuchar.” Plutarco
Hoy quiero reflexionar sobre cuántas veces hemos estado delante de una persona hablándole y te das cuenta que no te está escuchando. Y que si es necesario sube la voz para anular la tuya. No te escucha y si lo hace un poquito, es para seguir hablando pero NO para comprenderte.
Oímos, pero no escuchamos. Estamos en una sociedad donde no siempre interesa lo que otros tengan que decirnos porque lo único que cuenta, es aquello de lo que estamos convenidos. Nos domina ese punto de vista “egocéntrico” que tenemos todos sobre lo que ocurre en el mundo.
Quien sabe escuchar, percibe hasta su silencio, hasta el gesto más sutil de quien tiene en frente, porque hablar es una necesidad pero escuchar es un arte que no todo el mundo posee.
Recuerdo que en las historias hay tantos puntos de vista como personajes implicados. En esta oportunidad analizaré el cuento de Caperucita Roja, pero desde la perspectiva del lobo. El lobo calumniado, tras leerla te darás cuenta que posiblemente ni el lobo era tan fiero ni Caperucita tan inocente.
«El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de mantenerlo ordenado y limpio. Un día soleado, mientras estaba recogiendo las basuras dejadas por unos turistas sentí unos pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi llegar a una niña vestida de una forma muy divertida: toda de rojo y su cabeza cubierta, como si no quisieran que la viesen. Caminaba feliz y comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie, quizás ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me puse a investigar. Le pregunté quién era, de dónde venía, a dónde iba, a lo que ella me contestó, cantando y bailando, que iba a casa de su abuelita con una canasta para el almuerzo. Me pareció una persona honesta, pero estaba en mi bosque cortando flores. De repente, sin ningún remordimiento, mató a un mosquito que volaba libremente, pues el bosque también era para él. Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es meterse en el bosque sin anunciarse antes y comenzar a maltratar a sus habitantes.
La dejé seguir su camino y corrí a la casa de la abuelita. Cuando llegué me abrió la puerta una simpática viejecita. Le expliqué la situación y ella estuvo de acuerdo en que su nieta merecía una lección. La abuelita aceptó permanecer fuera de la vista. Cuando llegó la niña la invité a entrar al dormitorio donde yo estaba acostado vestido con la ropa de la abuelita. La niña llegó sonrojada, y me dijo algo desagradable acerca de mis grandes orejas. He sido insultado antes, así que traté de ser amable y le dije que mis grandes orejas eran para oírla mejor.
Ahora bien, la niña me agradaba y traté de prestarle atención, pero ella hizo otra observación insultante acerca de mis ojos saltones. Comprenderán que empecé a sentirme enojado. La niña mostraba una apariencia tierna y agradable, pero comenzaba a ser antipática. Sin embargo pensé que debía poner la otra mejilla y le dije que mis ojos me ayudaban a verla mejor. Pero su siguiente insulto sí me encolerizó. Siempre he tenido problemas con mis grandes y feos dientes y esa niña hizo un comentario realmente grosero.
Reconozco que debí haberme controlado, pero salté de la cama y le gruñí, enseñándole toda mi dentadura y gritándole que era así de grande para comérmela mejor. Ahora, piensen Ustedes: ningún lobo puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe. Pero esa niña empezó a correr por toda la habitación gritando mientras yo corría detrás suya tratando de calmarla. Como tenía puesta la ropa de la abuelita y me molestaba para correr me la quité, pero fue mucho peor. La niña gritó aun más. De repente la puerta se abrió y apareció un leñador con un hacha enorme y afilada. Yo lo miré y comprendí que corría peligro, así que salté por la ventana y escapé corriendo. Me gustaría decirles que éste es el final del cuento, pero desgraciadamente no es así. La abuelita jamás contó mi parte de la historia y no pasó mucho tiempo sin que se corriera la voz de que yo era un lobo malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a evitarme y a odiarme.
Desconozco que le sucedió a esa niña tan antipática y vestida de forma tan rara, pero si les puedo decir que yo nunca pude contar mi versión. Ahora ya la conocen…»
Adaptación corregida de un texto de © Lief Fearn titulado El Lobo calumniado aparecida en el Educatio Projet de la Sección Británica de A.I. Publicado en el Boletín Informativo: “Educación en Derechos Humanos” nº 8, Septiembre 88.
Son muchos los lobos a los que condenamos en nuestras vidas sin habernos interesado antes por aquello que tenían que contar. De la misma manera, seguramente muchos de nosotros hemos sido lobos a ojos de quienes escucharon versiones diferentes a la nuestra.
En esta oportunidad te recomiendo la lectura del libro El arte de saber escuchar de Francesc Torralba:
Hablamos continuamente sobre la importancia de ser capaz de seducir, de convencer y de expresarnos con corrección. En cambio, nadie se preocupa de la importancia de saber escuchar. Saber escuchar a los demás es fundamental para crecer como personas, es el primer paso hacia el conocimiento mutuo. Y aunque todos queremos explicar cosas, es maravilloso encontrarse con alguien que sabe escuchar, porque sin saber cómo, queremos estar con él el mayor tiempo posible.
El libro del doctor Francesc Torralba es una guía exacta para desarrollar el arte de saber escuchar, ayudar a desprendernos del ego —algo que tanto nos atenaza—y en definitiva saber comprender a los que amamos.
Lee más publicaciones que te ayudaran a superar obstáculos y alcanzar tu propósito en la sección de mi blog «cambio de vida».
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